Autorretrato, 1926
Contrario a la opinión desinformada, Frida no se rendía tributo a sí misma.
Más bien se percibía fea y demasiado delgada, y no embelleció ninguno de sus rasgos, sino que realzó aquellos elementos considerados “antiestéticos”, tales como sus cejas unidas y arqueadas en corazón.
Jamás advirtió que en esta “sinceridad” encontraría su signo distintivo y despertaría el interés de la comunidad internacional.
Frida y Diego Rivera, 1931
Más que amor, Frida era una auténtica devota de su marido, Diego Rivera. Siempre percibió a Diego como un talento superior, mientras que se percibía su propia obra como “absolutamente espantosa”.
Frida y la cesárea, 1931
En el año 1930, un año después de casada, Frida debió enfrentar el primero de sus tres abortos. El de 1930 requirió intervención quirúrgica, ya que era absolutamente imposible el desarrollo del bebé en el útero, debido a las complicaciones de salud de la madre.
Profundamente adolorida, ya que Frida deseaba con intensidad ser madre, al año siguiente pintó esta tragedia en el cuadro llamado Frida y la cesárea. El tema debió representar para ella una gran dificultad, ya que el cuadro quedó inconcluso.
Las dos Fridas, 1931
En este cuadro, Frida parece haberse inspirado en el recuerdo de una amiga imaginaria que tuvo a los 6 años de edad, una especie de alter ego. En el cuadro representa sus dos herencias culturales: a la izquierda, la europea; a la derecha, la indígena.
Autorretrato con collar de espinas, 1940
Hacia 1939 Frida se había divorciado de Diego Rivera. Es el fracaso de su experiencia amorosa lo que retrata en la obra Autorretrato con collar de espinas. Utilizará símbolos naturales para ello y combinará valores cristianos e indígenas.